La vaporización constituye uno de los pilares fundamentales al hablar de Cannabis consciente, pues tiene un impacto positivo bilateral: en la salud y, de fondo, en la sociedad misma.
El método que usemos para consumirla, sea fuego o vaporización tendrá repercusión tanto en la experiencia misma, como en el efecto posterior. La incidencia del método se extiende hasta factores como: el cuerpo, la mente, las personas circundantes y el lugar donde se disponga el uso de la planta.
La dinámica de quemarla con fuego y deshidratarla con calor difieren radicalmente. Una produce humo y la otra vapor. Para comprender esto, es preciso preguntarnos ¿qué pasa con la materia orgánica en ambos procesos?
En cuanto al proceso de quemado, debemos considerar que requerimos de 600°C para efectuarlo, y pueda suceder la descarboxilación. Esto constituye el proceso de calentamiento de sustancias como el THC, que no pueden ser activadas a bajas temperaturas, pues es el calor lo que genera la activación de las propiedades psicoactivas y terapéuticas de estos cannabinoides.
Es preciso comprender que en el cannabis no está presente únicamente el THC sino también otros cannabinoides, tales como: Cannabicromeno (CBC), Cannabigerol (CBG), Cannabidiol (CBD), entre otros.
Existen terpenos, tales como: limonero, pineno, borneol, terpineol, linalol, eucaliptol. Todos estos constituyen las moléculas aromáticas de la planta, y la apreciación de sus sabores y aromas depende de la temperatura en que sea calentada la materia orgánica. Ahora bien, el punto donde radica nuestro énfasis, es en que las altas temperaturas producen la evaporación de los terpenos en el ambiente, lo cual hace que pierdan parte de sus propiedades aromáticas y terapéuticas.
Sin embargo ¿varía esto en la vaporización? En efecto. Dado que en los vaporizadores modernos se cuenta con la posibilidad de regular las temperaturas de vaporización, podremos activar diferentes terpenos y cannabinoides que requieren temperaturas distintas.
Las ventajas de la vaporización no se limitan, sin embargo, a esto. Las ventajas se extienden a la salud, a la experiencia y al efecto.
Un ejemplo en la aplicación en la vida práctica: un ejecutivo que maneja altos niveles de estrés podría vaporizar Cannabis Sativa a baja temperatura, logrando un resultado muy interesante: el efecto psicoactivo será casi imperceptible (debido a la baja temperatura), y el medicinal predominará, logrando así que la persona minimice su nivel de estrés y aumente su ánimo, energía y enfoque.
Otro ejemplo de la vida práctica sería un caso que acontece con mucha frecuencia: experimentar un dolor de cabeza leve en medio de la jornada laboral. En este caso se podría vaporizar Cannabis a baja temperatura sin ningún inconveniente, pues generaría un efecto analgésico y no psicoactivo.
Los beneficios de la misma pueden extenderse a deportistas de impacto y de contacto. Usar el vaporizador a bajas temperaturas podría favorecer en muchos aspectos como: la recuperación muscular, el manejo del dolor y la tensión, un balance más rápido y óptimo del sistema nervioso post competencia y/o entrenamientos, propiciado por los Cannabinoides, entre otros. Son muchos los beneficios que derivan de la posibilidad de variar la temperatura en el vaporizador. A mayor temperatura, mayor efecto psicoactivo; a menor temperatura, más efectos analgésicos y terapéuticos.
(Es conveniente mencionar que el ejemplo de empleo del Cannabis en los deportes hace referencia únicamente a aquellos en que es permitido.)
La temperatura elegida, como ya dimos a entender previamente, está directamente relacionada con los efectos a los que se busque llegar. El rango óptimo está entre 180-210°C / 356-410 F; el efecto de mayor euforia y energía se da en temperaturas superiores a 190°C / 374 F; los efectos más analgésicos se dan en temperaturas inferiores a las anteriores.
Para responder a esta pregunta es preciso considerar ambos extremos de la ecuación: el impacto positivo y el impacto negativo del Cannabis. En este punto recurriremos nuevamente a una situación que acontece en la cotidianidad: un grupo de amigos que hace uso del cannabis en un parque. En esta situación es preciso considerar un factor relevante: la producción de humo y olor. Esto afecta el espacio de otros que hacen uso del parque, que es factible que sea un espacio frecuentado por una población de niños, padres y adultos mayores. Aquí, el uso del vaporizador sería ideal: el grupo de amigos podría hacer uso del Cannabis sin interferir en el espacio de las personas que les rodean.
Es importante tener presente, en caso de no usar la planta con el vaporizador, que cuando se inhala el humo, es absorbido por los alvéolos pulmonares que actúan como esponjas, reteniéndolo por largos períodos de tiempo. Así, aunque el usuario practique un lavado bucal o use un perfume, su respiración seguirá impregnada por este, por largos períodos de tiempo. Cabe resaltar que el olfato del usuario de Cannabis es mucho menos sensible al olor de la planta, lo cual hace que la persona piense que no está emanando aroma, mientras que realmente el aroma es percibido por los no usuarios de olfato mucho más sensible. Con el vaporizador, los olores se reducirán más.
Todos estos efectos inciden -en menor o en mayor medida dependiendo las características del caso- en la calidad de vida de quien la emplea y de las personas que le rodean.
El método de quemado, por otro lado, puede producir afectaciones laborales, familiares, sociales en tanto al ejemplo dado a otros, entre otras, que pueden ser manejadas eficazmente con el uso adecuado de la vaporización ampliando el ámbito de la reflexión, el tema puede extenderse hasta el tabaquismo.
Hoy en día se cuenta con alternativas menos nocivas para el consumidor de tabaco o cigarrillos tradicionales. Estos últimos contienen más de 4000 sustancias químicas, 400 de ellas muy tóxicas y más de 50 cancerígenas; a esto debemos sumarle otros 12 gases tóxicos, como el monóxido de carbono y el alquitrán. Esto difiere abismalmente de un líquido de vapeo, cuyos componentes se reducen a cuatro: Glicerina vegetal, PG propilenglicol, saborizante y en algunos casos, nicotina.
La nicotina es la causante de la adicción, pues actúa sobre las áreas del cerebro que producen placer, generando así, dependencia. Debido a esto, si una persona hace la transición del tabaco al vaporizador, y ya ha desarrollado dependencia hacia la misma; es preciso que (de acuerdo a su nivel de adicción y su ritmo de uso) la primera serie de dosis contenga nicotina en un mayor grado.
La falta de nicotina en el cerebro de una persona habituada a la sustancia, le genera ansiedad, por lo cual, cuando el cerebro se satisface con una dosis, genera un falso estado de placer y balance que es, claramente, momentáneo, y cuando el efecto de la nicotina mengúa, aparece nuevamente la ansiedad, encerrando así al fumador en un comportamiento cíclico.
El vaporizador juega un papel fundamental en el síndrome de abstinencia del fumador, pues le permitirá obtener la dosis de nicotina con muchos menos componentes nocivos.
El vapeo propiciará esta sensación de balance y placer ya mencionada de modo más rápido y menos nocivo, teniendo un impacto un 95% menor en la salud.
A lo largo del texto analizamos, entonces, dos panoramas radicalmente diferentes del empleo de la planta y el uso del vaporizador, paralelamente, una serie de formas en que ambos modos de empleo inciden en el usuario, como individuo, y en la sociedad en general.
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